SIN LÍMITES
Dedicación y admiración son sinónimos de Hermann Buhl, austriaco de 29 años,
considerado uno de los mejores escaladores de Europa, especializado en
escaladas de velocidad y en solitario. El nuevo reto trazado por este
profesional es la novena montaña más alta del mundo, Nanga Parbay.
Tras haber trabajado un mes, el resultado no fue el esperado.
Así que Karl Herrligkoffer, jefe de la expedición mando una retirada. Pero por
causas del destino Hermann y sus hombres no se enteraron y se quedaron en la
montaña. Del 30 de junio al 2 de julio el tiempo es bueno. Kempter y Buhl
deciden acampar para partir al día siguiente. Pero Buhl despierta solo y decide
hacer su travesía en solitario.
La escalada es muy exigente y el cansancio se hace presente.
Amanece y Buhl deja su mochila en un hueco en la nieve, pues pensaba regresar
en la tarde. Lleva en manos tan solo su cantimplora llena de infusión de coca,
un puñado de medicamentos (anfetaminas), el piolet y la cámara.
Caídas, tropiezos y golpes no son más que las huellas del
esfuerzo. El hambre y la sed atormentaban
a Buhl, por eso, indeciso, toma dos píldoras de Pervitin, las anfetaminas que había
llevado, para afrontar las ultimas dificultades técnicas. Su objetivo no llega
lejos <<de los diez o veinte metros>> que alcanza su vistas, cada
dos por tres se desploma agotado.
<<Con indecible esfuerzo me arrastro a lo largo de una
cresta horizontal. Aquí no impera ya más que el espíritu; el espíritu, que no
piensa en otra cosa que en subir. El cuerpo hace ya mucho que no puede más…No
puedo tenerme en pie, no soy más que una ruina. Avanzo a gatas, cada vez más próximo
el peñasco al que con temerosa expectación ansío llegar. ¿Qué hay más allá? Me llevo una grata sorpresa… Piso el punto más
alto de esta montaña, la cumbre del
Nanga Parbat… Son las siete de la tarde>>
Recupera su mochila, lleva tiempo sin alimentarse, la lengua
se le pega al paladar, echa espuma por la boca. Pierde la noción del tiempo. Para
que siga adelante recurre de nuevo a la Pervitin, convertido en un despojo
humano y así sigue bajando después de 41 horas que dejo el campamento.
Al poco de iniciar su descenso se percata que ya no está
solo, hay un compañero que lo protege. Una “locura” que muchos han pasado en
situaciones límites que les ha ayudado a sobrevivir. Aún queda más… un poco más,
por los casi desmantelados campos de altura para llegar a la base, aunque le costarían dos dedos de los
pies… Cuatro años después estaría en los libros más importantes como la primera
ascensión al Broad Peak. Se puso un nuevo reto, el alpino Chogolisa, donde desparece
al fallar una cornisa en medio de la tormenta.
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